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YO HARÉ MI PARTE. 2020.08

  • Foto del escritor: Iglesia Piedra Viva
    Iglesia Piedra Viva
  • 24 feb 2020
  • 4 Min. de lectura

Lectura Bíblica:

Proverbios 22:29 (DHH)

“El que hace bien su trabajo, estará al servicio de reyes y no de gente

insignificante”


Vivimos en un mundo de leyes, de principios que gobierna el mundo visible que

conocemos. Si una manzana está demasiado madura caerá a tierra, no flotará hacia el

espacio. Las leyes de gravitación universal descubiertas y formuladas por Isaac

Newton, así lo confirman. No hay que ser un genio para comprender que un cuerpo

sólo puede flotar si el peso de su masa es menor que el fluido que desplaza. A eso le

llamamos: ley de flotación. De la misma manera, hay leyes de conducta que tienen

vigencia total hoy, y a las que debiéramos prestar mucha atención.

El sabio Salomón, en su aguda observación del desempeño humano, comprobó que

una persona diligente en su trabajo está destinada a prosperar. Este principio es

bueno recordarlo en nuestros tiempos posmodernos, donde la pérdida de valores

morales es una de las más grandes amenazas que tenemos que enfrentar. Hoy se

quiere tener más haciendo menos, obtener con poco esfuerzo y amontonar sin el

sudor de la frente. Los atajos para llegar a una prosperidad sin moral son terriblemente

peligrosos.

Larry Bird, la leyenda del baloncesto estadounidense, considerado uno de los mejores

aleros de la historia, solía practicar quinientos tiros libres antes de ir al colegio. Los

talentos acompañados del esfuerzo determinaron su alcance. Ya fuere una científica

como Marie Curie, un escritor como Dostoievski, o un predicador como Spurgeon,

todos trabajaron fuerte para avanzar en su campo. En la parábola de los talentos, en

Mateo 25, el Señor reparte talentos a sus siervos, pero espera que ellos lo multipliquen

con ingeniosa laboriosidad. Al final de la historia, los homenajeados son aquellos que

trabajaron en multiplicar lo que recibieron.

En ocasiones, somos demasiado místicos, creemos que las cosas se harán por el solo

hecho de que son la voluntad de Dios, o que hemos orado al respecto. La oración y la

fe, sin la acción, estarían truncadas. Necesitamos aprender el principio del trabajo

duro. Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). Si el

Maestro lo hizo, nosotros debemos imitar su ejemplo.

Podemos y debemos orar por provisión de Dios, pero debemos trabajar duro para ello.

Dios les da comida a los pájaros del campo, pero no se la echa en el nido. Tenemos

que hacer nuestra parte. Tolstoi, en el cuento Iván el Imbécil, relata la historia de un

hombre sencillo y menospreciado que llego a ser Zar en Rusia. En su prosperidad solo

recibía para comer a su mesa a aquellos desposeídos que tuviesen cayos en sus

manos. De esa manera se aseguraba que, aunque pobres, aquellas personas eran

trabajadoras y por ello, quería honrarles teniéndoles en su casa. La moraleja del

cuento exalta la virtud del trabajo duro por encima, incluso, del talento.


Es cierto que: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la

edifican” (Salmos 127:1) Dios debe estar presente en cada uno de nuestros planes y


en cada una de nuestras elecciones. Eso es primordial. Pero lo segundo es de vital

importancia. Está divinamente ordenado de esa manera. Dios desea bendecirnos,

pero necesita que estemos de acuerdo con su Palabra. El apóstol Pablo escribió: “El

que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es

bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios

4:28).

El trabajo es una bendición de Dios y seremos más eficaces y exitosos si lo hacemos

con alegría. Víctor Pauchet, el insigne cirujano francés, escribió: “El trabajo más

productivo es el que sale de las manos de un hombre contento”. Trabajemos con

alegría, demos testimonio de nuestra fe, modelemos un carácter esforzado para otros.

No le echemos la culpa a las circunstancias, o a los tiempos. Levantémonos cada día

con entusiasmo, vivamos cada jornada con expectativas y vayamos a la cama cada

noche con la seguridad de que hemos hecho nuestra parte.


Tomado de Internet

Autor: Omar Herrera de Iglesia Cristiana Ekklesia Sucre.

ORACION

Declaramos que la bendición de Dios está en mi hogar, que estamos llenos del Santo

Espíritu de amor, poder y dominio propio. En mi familia hay entendimiento,

comunicación, comprensión. Estamos unidos por el poder de Jesús. Él tiene el primer

lugar en esta casa. Él nos levantará, si hemos fallado. Su Palabra llenará cada día

nuestras vidas. Yo tomo la responsabilidad de guiar a mi familia en Tu Palabra e

inculcarles el amor a Dios y el respeto al prójimo. Declaro que en este hogar no habrá

ni emociones, ni conductas desenfrenadas. En el nombre de Jesús podemos controlar

lo que hablamos de acuerdo a los frutos del Espíritu Santo. Siempre procuraremos que

de nuestra boca salgan palabras de bendición para todos los que integramos este

hogar, daremos siempre gracias a Dios por lo que nos da; también por aquello que de

acuerdo a su voluntad no es para nosotros. Jesús, mi familia depende de ti: esta

familia te pertenece. Reconocemos nuestra responsabilidad y compromiso de buscar

cada día de Ti, alimentándonos de tu palabra: danos de tu gracia, tu fuerza y el poder

de tu Espíritu Santo para que podamos ser de buen testimonio a los que nos rodean.

Lo declaramos en el nombre de Jesús.

SUGERENCIAS DE MOTIVOS PARA ORAR EN NUESTRO ALTAR FAMILIAR:

• Por la libertad de nuestra amada Venezuela.

• Por los Venezolanos que están por todo el mundo.

• Por todos los niños y ancianos de Venezuela y del mundo que hoy tienen

carencias de alimentos, medicinas u hogar.

• Por los proyectos de nuestra Iglesia Piedra Viva para este año 2020.

• Por la familia pastoral y por todas y cada una de las familias que integran

nuestra iglesia Piedra Viva.

• Por todas las iglesias cristianas de Guayana, Venezuela y del mundo.

Por cualquier motivo que tenga en su corazón.


Dios bendiga nuestro Altar Familiar

 
 
 

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